México, palabra de etimología incierta, pero con significados claros. Fue un sueño, es un país y su territorio, es un pueblo con su historia y su esperanza, será un próspero mañana. Todos conocemos estas acepciones, pero… ¿cómo es que existen? Son el resultado de nuestra historia pasada, nuestro presente y nuestro futuro, nuestra realidad. Ese resultado es nuestra identidad, tanto individual como colectiva; como mexicanos y como México. Identidad que se materializa, se revela y hace presente ante nosotros como nuestros Símbolos Patrios. Ésos que mutan con el tiempo, pero que siempre han sido y serán el espíritu de nuestra nación, y reflejo de las ambiciones, ideales y pasiones de los mexicanos.
Es innegable reconocer que el más viejo, y tal vez importante, de nuestros símbolos es nuestra bandera. Aquella que iniciase siendo la Madre protectora del pueblo, en un tiempo en que México se encontraba informe, desarraigado de su pasado y perdido en su presente. Pero no sólo sería Madre protectora. También sería grito de justicia y lazo de comunión para una nueva nación. Al cumplirse las demandas y súplicas del pueblo, la bandera deja de ser Madre protectora para convertirse en enseña de la nueva nación, orgullosa de haber obtenido su forma propia y conciliado su pasado y presente. Se vuelve tricolor, portando el verde, blanco y rojo, los matices patrios. Colores que desde entonces ha portado en tiempos de penuria y prosperidad, en victorias y derrotas; los mismos que ondearon en el Imperio de Iturbide, en la dictadura de Santa Anna, en la democracia de Juárez, en el feudalismo de Díaz, en la anarquía de la Revolución, y en la prosperidad de Cárdenas. Los mismos colores que manchó la sangre de Escutia en Chapultepec y con los que desfiló Madero por Reforma. El mismo lienzo que ha representado nuestra esperanza, nuestro coraje, nuestra hambre de libertad y de justicia. Ésa que ha impulsado a nuestros héroes, a los que escribieron su nombre con letras de oro y los que murieron anónimos en la lucha para redimir a México.
Así como nuestra Bandera ha significado la Unión de los mexicanos y refugio de sus sueños, el Escudo Nacional ha sido el emblema conciliador de México con su pasado y su realidad. Lo ha ubicado en la historia, al retratar sus raíces prehispánicas y plasmar el ideario mexicano en cada una de sus etapas. La Bandera y el Escudo son los que le han dado forma y un presente a nuestra patria. Al igual que los colores nacionales, las figuras del Escudo han tenido oficios diferentes desde su nacimiento hasta nuestros días. El águila y la serpiente, que para los mexicas significasen la guía y el amor de sus dioses; para los insurgentes, el recuerdo de la libertad y poder que tuvieran alguna vez nuestros antepasados; y para los liberales, el símbolo del triunfo de la democracia contra la tiranía, aunque el águila hubiese portado la corona del Imperio. El islote y el nopal, íconos de Tenochtitlan y la fecundidad de su tierra, tanto de plantas y animales como de hombres bravos e idealistas, hombres de espinas que no se dejarían vencer mas que por un revés de los dioses. Y aún así, nunca fueron derrotados del todo, pues los perdedores quedan en el olvido, y los héroes mexicanos siguen vivos. Vivos en la memoria de México, volviendo a luchar sus batallas y volviendo a matar y morir por sus ideales. Los héroes vuelven a servir a México a través del Himno Nacional, con la reverberación al unísono de las voces de los mexicanos. El entonar el Himno es una ofrenda de gloria al espíritu de los caídos, no por haber ganado o perdido, sino por haber guerreado en aras de nuestra Patria.
De esta manera es como conocemos el significado de México: gracias a los Símbolos Patrios, porque no sólo son embajadores de la nación en el mundo en justas deportivas, armadas o políticas. Gracias a que nos proveen de Unión e Historia, gracias a que nos ofrecen un Porvenir e Ideales por los cuales vivir y morir, nos brindan nuestra Identidad, identidad de ser Mexicanos. Por los Símbolos Patrios existe México. Por ellos es que ¡somos México!
3 de febrero de 2003