Shakespeare y el Imprevisto Probable

Para poder comprender la magnitud de las obras Shakespeareanas, es necesario estar consciente del contexto en que se dieron. El Renacimiento fue una época de choque cultural que no conoció fronteras en el mundo occidental. En términos generales, se trató de un movimiento revolucionario del pensamiento y percepciones del mundo que rompía las viejas creencias para forjar nuevas a partir de las creencias antiguas clásicas. Política, filosofía, las ciencias, las artes, e incluso la religión se vieron afectadas por la renovación de ideas. El eje central para el estilo de vida medieval había sido hasta ese entonces la religión, siendo desde fuente de poder para las clases dirigentes hasta motivo de todos los acontecimientos históricos (un ejemplo serían las cruzadas). Sin embargo, ante el surgimiento de una nueva idea, el humanismo, que enfocó la existencia del hombre en sí mismo, la religión, fuese la que fuese, se vio relegada a un segundo término. La fe en Dios se convirtió en “un medio regulador de la sociedad, por naturaleza viciosa e inestable” (Nicolás Maquiavelo, “Discursos sobre los Trabajos de Tito Livio”).

El reflejo de este efecto en las artes fue directo. El arte rompió su subordinación a la religión que había mantenido durante el medievo (aunque cabe remarcar que mantuvo una sociedad cercana por los mecenas y el tema mismo). Los artistas comenzaron a expresarse verdaderamente, al negar del todo los temas religiosos o dando su propia óptica a los trabajos (como lo hiciera Miguel Ángel).  El humano, sus necesidades, anhelos e ideales se convirtieron en el tema selecto a ser tratado. Ante el ocaso de sus ídolos y la casi muerte agónica de sus dioses (más o menos como lo planteara Nietzche siglos después), la sociedad occidental se quedó sin guías y reviró hacia sí misma para trata de encontrar una identidad.

La literatura fue el arte predilecto para dicho efecto, gracias a su versatilidad y capacidad de profundización. William Shakespeare fue un pionero en retomar las enseñanzas clásicas. Mantuvo en sus obras ese alto grado de conflicto y sobre todo, de manejo psicológico de sus personajes digno de las tragedias griegas (obviamente apreciable en su Hamlet y su dilema existencial, o los rapaces Romeo y Julieta con sus anhelos de amor y libertad). La gran diferencia del estilo Shakespeareano del griego fue su distanciamiento de lo divino. Shakespeare rompió con el “deux ex machina” (el recurso literario clásico por antonomasia, en donde la explicación para cualquier suceso es simplemente la acción, voluntad o designio de algún dios sobre los personajes o la situación). Shakespeare, en vez de atribuir a los dioses estos poderes místicos sobre la trama, optó por cambiarlos por la idea del destino y además dotar a sus obras con un toque de realismo a través de sucesos inesperados y situaciones inverosímiles pero extrañamente factibles. Siguiendo la corriente humanista, cambió la mitología por la vida real, fundando una técnica aplicable a cualquier historia: el imprevisto probable.

El imprevisto probable consiste simplemente en “utilizar situaciones o presentar escenarios posibles, pero poco probables, que se dan a lugar por motivaciones y razones sutilmente sugeridas por la trama y el contexto, copiando así la característica principal de la vida: su naturaleza impredecible” (Louis Giannetti, “Understanding Movies”). Para que la técnica sea válida, el autor debe ser hábil para asentar adecuadamente la psicología de sus personajes, y dar los indicios  de la forma y en el tiempo precisos, de lo contrario al presentarse la situación inesperada, la reacción del receptor será de incredulidad y rechazo, en lugar del intencionado impacto de impresión. “Si muestras una pistola en el primer acto, úsala en el segundo; si no piensas usarla, mejor no la muestres nunca. Si pretendes usarla, más te vale mostrarla antes de que se vuelva importante apareciendo de la nada” (Constantin Stanislavski, “Un Actor se Prepara”).

En “Romeo y Julieta”, la técnica se puede ver en el malentendido que lleva a la tragedia de los enamorados. Gracias a su discurso directo de teatro y su tiempo lineal, la comprensión de la trama y captación de indicios es fácil para el receptor, logrando atar cabos y armar la verdadera historia. Romeo desde un principio es presentado como temperamental, capaz de sumirse en la melancolía, rebozar de euforia o matar a sangre fría en un ataque de coraje. Así, no sorprende que cuando recibe la noticia sobre la muerte de Julieta, su reacción sea inmediata y se lance a buscar a su amada para acompañarla al otro mundo. La decisión es extremosa, tanto como la psicología del personaje. El hecho de que nunca le llegue el mensaje del sacerdote no tuvo que ver con algún dios conspirando contra el héroe de la historia (como se apreciaría en la Odisea o la Ilíada), sino simplemente con una casualidad o coincidencia factible en el mundo real: una falta de comunicación o un inefectivo sistema de mensajería. Es algo que era posible, pero que se tomaba por poco probable, y que sin embargo sucedió al fina de cuentas.

Otro ejemplo del imprevisto probable es la pócima que toma Julieta proporcionada por el sacerdote. A pesar de la naturaleza mágica de la pócima (aparente muerte y posterior resurrección), nadie duda de la posibilidad de que exista tal elixir producto de alguna de los millones de plantas que existen. La duda se vuelve aún menor si tomamos en cuenta los tiempos de Shakespeare, cuando la ciencia apenas se abría al vulgo, después de ser exclusiva precisamente de los religiosos y otros selectos. Así, la historia de Romeo y Julieta se impregna de una esencia de realismo y fantasía debido a los imprevistos y las exageraciones (característica inconfundible de los trabajos Shakespeareanos).

Lo más importante de este cambio que realizó Shakespeare, es la posibilidad que abrió para el humanismo. Al eliminar a los dioses y cambiarlos por realidad o destino, los conflictos de los personajes se volvieron más aproximados a lo real: dilemas constantes debido a nuestro libre albedrío. “Ser o no ser” (William Shakespeare, “Hamlet”) es una paráfrasis del “deber ser” y el “querer ser” propuesto por Sócrates: ser subordinados a lo que depare destino (antes irremediablemente marionetas de los dioses) o no serlo y elegir al destino mismo. En “Romeo y Julieta”, la crisis de los protagonistas es su “deber ser” para con sus familias, o su “querer ser” amantes; ambos casos tan diametralmente separados como dos orillas de un río la ciudad misma dividida en facciones. Así, las obras Shakespeareanas son una guía atemporal sobre la psicología y naturaleza humana.

 

Mayo 2005, Tampico, Mexico.

 

Bibliografía

  • Shakespeare, William. “Romeo y Julieta”.
  • Shakespeare, William. “Hamlet”.
  • Giannetti, Louis. “Understanding Movies”.
  • Maquiavelo, Nicolás. “Discursos sobre los Trabajos de Tito Livio”.
  • Stanislavski, Constantin. “Un Actor se Prepara”.
  • Nietzche, Friederich. “El Ocaso de los Ïdolos”.
  • Enciclopedia Británica Online.

One thought on “Shakespeare y el Imprevisto Probable

  1. TereTopete says:

    Thanks AJ for let me read your text, are very delicious your words, because to paint the different situations between some literature moments, is very atractive and satisfies.
    Congratulations for you pen, I think that do not should to stop.
    Tere

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